El Origen

El Origen

Comenzaban las hojas de los árboles a cambiar a tonos rojizos, naranjas, maples, ya se veía una que otra hoja amarillenta entre las calles de la gran manzana, se sentía su presencia, no solo en las hojas, también en la caricia de un viento con tonos fríos; la llegada del otoño era inminente. Era el año 2007, me encontraba caminando por Madison Ave, a la altura de la 47th Street, mientras pequeñas gotas salían de mis ojos y rodaban una a una por mis mejillas. Era medio día, salí de la oficina para ir a comer, para poder tener un espacio para pensar, quería estar sola. Aunque no lo parezca, las calles de Nueva York se pueden sentir muy solitarias a la hora pico, todos pasamos desapercibidos. En ese momento sentía que una camisa de fuerza domaba mi corazón, sentía que por mis venas fluía un vacío estremecedor. Pasaba por un momento tan profundamente triste que mientras caminaba por las calles sentía un gran vacío en mi ser.

No había nada en mi entorno que pudiera llenar ese vacío, esa turbulenta tristeza producto de un divorcio violento que apagó todas mis ilusiones futuras. Justo en esas calles que reflejan el éxito y gloria de muchos, descubrí que sin importar todo lo material que perdería, lo más importante en la vida es ser feliz. Develé lo mucho que extrañaba todo eso que llenaba de color mi existencia. Encontré que parte de mi felicidad estaba compuesta de esos momentos que viví al viajar a algunas zonas culturales de mi país; tengo una gran admiración a mis raíces, a mi cultura milenaria; sus colores, sus sabores, sus olores, sus sonrisas. Descubrí lo mucho que extrañaba a mi familia; las reuniones, las comidas, los bailes, las risas y hallé la gran conexión que yo había desarrollado con la naturaleza.

Durante mi proceso de residencia en los EE.UU., no podía salir del país, por ende, ni viajar a México y recuerdo lo mucho que yo deseaba ver una montaña. Así como lo lees, una montaña. Durante toda mi niñez viajaba mucho a las montañas con el grupo scout al que pertenecía y en el transcurso de mi adolescencia en la Ciudad de México, cuando amanecía y hasta el anochecer, siempre veía a través de las ventanas de mi cuarto una serie de montañas, deleitándome con un espectáculo de luces y colores; a veces rojizas al atardecer o con sus cúspides cubiertas por un glaseado de algodón de nubes, al amanecer. En la hermosa ciudad de Nueva York, al abrir mi ventana, veía otras tantas ventanas y estructuras de concreto; ni una montaña, ni un árbol y por alguna razón eso me deprimía. Realmente mi tiempo en Nueva York fue un periodo de autoconocimiento y se lo agradezco enormemente. Todo esto pasaba por mi mente mientras caminaba por Madison Avenue rumbo a mi oficina y así tomé la difícil decisión de perder mi residencia americana y posiblemente mi trabajo en la gran manzana, para regresar a mi México lindo y querido y redescubrir mí felicidad. En ese momento me forjé un objetivo, me dije así: “si regresas a México y dejas ésta fabulosa ciudad, es para hacer tus sueños de emprender realidad, para aportar algo valioso y positivo a tu país”. Unos días después, dejando parte de mi pasado ahí y llevando solo un poco de mis pertenencias, regresé a mi México.

Al llegar a México en 2007, retomé mis estudios de licenciatura en actuaría por las noches y mantuve mi trabajo newyorkino a través de home office, cuando esa palabra aún no existía. Comencé a ahorrar para poder emprender mi primer proyecto, uno que me permitiera cubrir mis necesidades básicas. Terminando de desarrollar el mismo y al concluir mi carrera decidí viajar por dos años por todo México. Quería descubrirlo, comprenderlo, saborearlo, respirar sus diversos olores y deslumbrarme con sus colores. Deseaba encontrar entre su olor a tierra mojada, su sabor picante, sus colores chillantes una inspiración de emprendimiento, de ese que calentó la sangre de mis venas por Madison Avenue y me motivó a regresar a mi tierra. Tomé un poco de ropa, mi computadora para poder trabajar y comencé a viajar por todo el país, desde los ríos color turquesa de San Luis Potosí, las cascadas petrificadas de Oaxaca, las deslumbrantes barrancas del Cobre en Chihuahua, el desierto de Baja California Sur, las montañas místicas de Hidalgo, los viñedos del Valle de Guadalupe en Baja California Norte, las pozas que anidan bacterias prehistóricas en Cuatro Ciénegas, Coahuila, el desierto que resguarda el peyote en Real de Catorce, San Luis Potosí, la selva de la península de Yucatán y sus diversas rutas arqueológicas y mucho más.

omí pastes, chapulines, mole oaxaqueño, enchiladas potosinas, cochinita pibil, relleno negro, mole poblano, cemitas, langosta en sus diferentes versiones, entre otras delicias gastronómicas. Vi montañas de muchos tamaños formas y colores, selvas, desiertos, bosques de manglar, bosques de pinos, ríos subterráneos, cenotes, sótanos de dónde emanan golondrinas y playas de todos colores. Conocí a personas de lo más interesantes; desde wirikutas y sus artesanías a base de chaquiras, tarahumaras y sus tendederos llenos de faldones de colores, otomís y sus bellas cosechas, mayas y sus bordados exquisito

Una experiencia inolvidable y enriquecedora que me hizo descubrir que la esencia de mi México es la convivencia de un sinfín de mundos conectados a través de la naturaleza. Fue entonces, después de una travesía inolvidable entre puntos cardinales, por un territorio llamado por el dios de los aztecas el ombligo de la luna, cuando supe, que mi emprendimiento debía tener una relación con el turismo, porqué tenía tanto aprendizaje y belleza que compartir.

Durante mi último viaje, que fue en la península de Yucatán. Descubrí un pueblo un tanto diferente a lo que había visto. Todas las estructuras de la zona centro estaban pintadas de color amarillo, paseaban hombres en bicicletas vestidos de blanco con sus rifles colgando de sus hombros; de esos rifles que veía en los libros sobre la revolución mexicana, había mujeres vestidas con trajes bordados con flores de colores llamativos, viejitos paseando en un vehículo híbrido entre una bicicleta y un remolque con una sillita, donde va la viejita sentadita, mientras su viejito pedalea para pasear por las calles del centro. También escuchaba por las calles un idioma local; una mezcla entre español, maya y jergas. Entre sus calles coloniales avistaba las puntas de pirámides metidas entre los patios de las cazonas y en el centro un hermoso convento entre colonial y medieval con el segundo atrio más grande del mundo postrado sobre una gran pirámide.

Simplemente presenciaba el pasado prehispánico y colonial vivo en el ahora. Vivo no solo a través de sus estructuras, sino también a través de sus vestimentas, de su lenguaje, de su comida, de sus usos y costumbres. Todo, absolutamente todo, conectado con la naturaleza. Así es como vislumbré que aquí nacería Aldea Maya Toktli Orígenes. Toktli, palabra náhuatl, que significa lo que brota de la tierra, ya que los elementos que utilicemos deberán brotar de la tierra y Orígenes ya que de la naturaleza venimos y a la naturaleza regresaremos (el origen), al igual que los elementos que utilizaremos durante la vida útil del proyecto.

Al final de mí último viaje en 2016, comencé una etapa de cinco años de aprendizaje sobre temas de sostenibilidad y ecotecnias, tales como permacultura, biopiscinas y acuaponia en el valle de Guanajuato, construcción con bambú y bloques de adobe en Tepoztlán, biojardineras, baños secos, aplanados y pintura de cal, en Morelos, construcción de paneles solares, instalación de sistemas fotovoltaicos autónomos y bombeo solar fotovoltaico en Querétaro y Oaxaca, captación de agua de lluvia, jabones orgánicos y detergentes naturales en Ciudad de México.

Tomé talleres en Manifestaciones de Impacto Ambiental, Manejo Integral de Residuos, Horticultura y Alimentos. Finalmente realicé una maestría en Proyectos Socioambientales, integrando cursos de ecotécnias, fundamentos de sostenibilidad, pensamiento sistémico, pensamiento crítico, bioclimática, investigación activa, turismo, ecoturismo y turismo sostenible, entre muchos otros. Participé en varios encuentros de Mujeres Emprendedoras en Turismo organizados por la Unidad de Igualdad de Género de la Secretaría de Turísmo y como mentora en Vital Voices, Global Mentoring Walk.

Además, participé en un proceso de validación y selección con el proyecto Toktli Orígenes en la incubadora de la máxima casa de estudios de México; la Universidad Nacional Autónoma de México.

El proyecto Toktli Orígenes fue seleccionado para su incubación por la Coordinación de Innovación y Desarrollo de la UNAM.

Finalmente, con todo el conocimiento acumulado finalicé el diseño del proyecto, Aldea Maya Toktli Orígenes, con un enfoque regenerativo para su implementación. Diseño que ha venido evolucionando durante el proceso de construcción desde hace tres años.

Como pueden leer, el proyecto Aldea Maya Toktli Orígenes, ahora hecho realidad, es resultado de una serie de eventos y conocimientos integrados con un enfoque sostenible, rumbo a la regeneración.

Es un lugar de aprendizaje, de sanación, de energías construidas a lo largo de muchos años. Tan solo el sistema de tratamiento de aguas residuales a través de microorganismos y árboles de plátano tomó dos años y medio para lograr su maduración y poder ser utilizado.

Las paredes son de tierra con terminado de cal, aunque se ven igual que las de tabique y concreto, no es lo mismo, ya que las paredes pueden respirar y tu cuerpo no absorbe los químicos de los modernos materiales de construcción. Te aseguro que le darás un respiro a tu cuerpo al dormir en nuestras casas mayas.

Me resta compartirte que los aprendizajes más duros y enriquecedores, sin duda, los viví durante el proceso de construcción. Conocí a personas tan interesantes y con conocimientos que vienen arrastrando de generación en generación desde la época prehispánica en sus comunidades mayas, saberes que tomaron 3,000 años de prueba y error para perfeccionarlos.

Me enseñaron en práctica todo lo que leí en libros y más. Aún sigo aprendiendo, y estoy lista para lo mucho que tengo que aprender de ti. Ven y vive la experiencia sostenible y local con propósito, ven a Aldea Maya Toktli Orígenes, ¡bienvenido(a)!.

Nuestro Propósito

Transformemos a una visión sistémica y regenerativa el modelo de negocios hotelero; impulsando el desarrollo sostenible local y creando una corriente de hotelería con propósito que nos permita reinventarnos y crear e inspirar un estilo de vida y una comunidad más allá de la sostenibilidad – un individuo, una comunidad, un planeta.

Visión

Impulsor de la hotelería con propósito; semillero de una sociedad regenerativa.

Valores

Los 5PCs de Toktli Orígenes:

1. Pasión: Pondré el corazón y el amor en todo lo que hago y digo.
2. Codiseño: Diseñaré experiencias con el Conjunto Tribal Toktli Orígenes; gurús, turistas, comunidad y gobierno; exponiendo ideas innovadoras, originales y dinámicas.
3. Congruencia: A través del ejemplo enseñaré a mis huéspedes las estrategias de un estilo de vida regenerativo sin perder comodidades.
4. Conciencia: Mis decisiones siempre tomarán en cuenta el entorno socioambiental-cultural del lugar. Me adaptaré y valoraré el mismo y respetaré a todo ser vivo y no vivo.
5. Calidad e Innovación: Brindaré una experiencia innovadora, única y de calidad a nuestros visitantes y al Conjunto Tribal Toktli Orígenes.

Principios

* Escucha activa y honesta: escucharé antes de hablar y seré honesto.
* Reflexión: antes de ejecutar una acción, tomaré en cuenta la postura de todas las partes y buscaré soluciones de común acuerdo ante un conflicto.
* Autenticidad: seré yo mismo en todo momento sin transgredir los derechos de otro ser vivo.
* Innovación y calidad: siempre brindaré una experiencia innovadora, única y de calidad a nuestros visitantes y a los miembros de la tribu.
* Eficacia, eficiencia y responsabilidad: seré responsable, eficaz y eficiente en todo lo que hago.

Experimentas un estilo de vida sostenible.
Reduces tu huella de carbono.
Impulsas la economía local.
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